viernes, 6 de noviembre de 2009

Una bonita historia

Trabajo en un obrador de panadería industrial, de ese que el pan sale precocinado y en destino se termina de hornear. Pues bien, hace unos días hubo una avería en una máquina y como resultado se tiró mucho pan. Entonces llaman a unos señores que tienen granjas de animales para que recojan el pan que quieran ya que no sirve para el consumo humano por excesiva fermentación. Uno de estos señores tiene una escuela de equitación y aparte tiene cochinos y vacas, y él dice que a las vacas les encanta el pan, que es como si a nosotros nos dieran una golosina.

Yo siempre le pregunto por sus animales, ya que a mí me encantan, y me cuenta cosas. Es un señor de campo, un hombre rudo, embrutecido por el campo. Me contó que ahora tiene 3 cochinos (que uno de ellos servirá para alegrar la Navidad) y 9 vacas. Yo le pregunté si no le daba pena matar los animales que él cría, y me contó una bonita historia.

Me dijo que cuando él empezó a criar vacas, hace unos 8 años, (que las tiene porque le gustan, no porque le den dinero) quería comprar una vaca típica canaria. De esas marrones y con cuernos. Se enteró que en una casa allá por La Esperanza (zona rural y agrícola de Tenerife) había un señor que vendía una, así que se fue. Era una casa más bien pobre, y los animales casi vivían dentro de la casa con ellos. Se acercó al hombre, un típico «mago» esperancero (en Tenerife es el típico hombre de pueblo y de campo) muy envejecido por el campo y bruto. Le preguntó por la vaca que vendía y se la enseñó. Era una novilla, pero estaba flaca, y él quería algo un poco más hermoso (según él me dijo, en las vacas también existe la complexión como en las personas), y cuando le dijo que no le interesaba, se fijó en una vaca típica holandesa, de esas blancas y negras, la típica vaca. Le llamó la atención lo flaca que estaba, pero no por desnutrida, sino por la edad. Le preguntó que porqué no vendía esa vaca, que sólo le daba pérdidas. (A estas alturas, el narrador estaba con lágrimas en los ojos) El hombre lo miró y le dijo: «¿Ve usted a esa muchacha que está allí?» «Sí.» «Bien, pues es mi hija y tiene 23 años, es la menor de mis 5 hijos, y esa vaca ha criado a mis 5 hijos. Esa vaca se muere dentro de mi casa.»

El hombre que me contó esto no dejó de llorar, y pese a ser un hombre grande y fuerte no se escondió, y me dijo que en la ganadería hay gente mala y buena, como en todos los sitios, pero que por lo general, los que crían a sus animales a pequeña escala, les duele mucho desprenderse de ellos.

Me dijo, que aquella vez un «mago» le dio una gran lección de humildad y humanidad.