jueves, 8 de diciembre de 2011

Profesionalidad.

El otro día, para ser más exactos, el 6 de diciembre quedé con mi marido para ir a comer, ya que era festivo y él tenía que trabajar. Al salir de casa, fui a echar gasolina. Iba en el coche con el bebé de 4 meses y medio.
Cuando el gasolinero se quedó echando gasolina, yo entré en la tienda para pagar con la tarjeta. Como el de caja tardaba en cobrar, le dije: «¿Vas a tardar mucho? Es que tengo el bebé en el coche». Automáticamente, el guardia de seguridad de la gasolinera, salió de la tienda y se quedó junto a mi coche hasta que yo salí de pagar.
Cuando me subí al coche le di las gracias por el detalle y me dijo: «Nada por Dios, sólo ha sido un "vistacito"».

Quizás parezca una bobada, pero a mí me fascinó la forma de actuar de aquel Guardia de Seguridad para con mi hijo. Seguramente lo hizo más por la empresa que por mí, pero aún así, muchas gracias señor guardia de seguridad.

Maternidad


Hace mucho tiempo que no escribo, la verdad es que con esto de la maternidad, el tiempo vuela.

Os voy a contar como me fue lo de ser madre.

En octubre del año pasado nos enteramos (mi marido y yo) que estaba embarazada. No fue una sorpresa porque andábamos detrás de ello, ya que hace dos años aproximadamente tuve un aborto que me dejó prácticamente para el arrastre. Así que cuando mi marido volvió (estaba estudiando fuera) nos pusimos manos a la obra.
A los dos meses de varios intentos, me quedé embarazada. El embarazo fue maravilloso, no exento de muchos miedos y otras tantas dudas.
Con 16 semanas de embarazo, nos enteramos por una amniocentesis que iba a ser un niño. Todo siguió su ritmo. Pruebas, ecografías, registros, analíticas, prueba de O'sullivan (glucosa), etc.

El 7 de julio salía de cuentas. Salía de cuentas yo, pero no él, que parece que estaba muy a gustito aquí adentro. El día 15 de julio tenía un registro para seguir las contracciones de mi útero y las del bebé, y como ya llevaba 9 días cumplida, la tocóloga después de hacer una amnioscopia (prueba para ver el color del líquido amniótico) dijo que el ĺiquido estaba teñido (lo que puede causar sufrimiento fetal, lesiones cerebrales en el feto o incluso la muerte), así que dijo: «Vamos a llevarte a paritorio para provocarte el parto», a lo que mi marido me dijo, «Cariño, te van a poner a parir, literalmente».
Yo tenía muchas ganas del parto, estaba muy incómoda, con una pedazo barrigota de cuidado que no me dejaba dormir, ni comer, ni respirar ni nada de nada, pero cuando me llevaron a paritorio, me pusieron la bata, la vía intravenosa y vino el matrón a buscarme diciéndome que ya tenía el paritorio número 4 preparado para mí, creí que me caía al suelo. Es algo tan fuerte, que no crees que vaya a llegar, pero llegó.
Así que después de 13 horas de innumerables y dolorosas contracciones sin epidural, llegó el momento del parto (para el cual ya había pedido la anestesia, solo que como la pedí muy tarde no hizo demasiado efecto). Héctor, que así se llama mi hijo, venía con una vuelta de cordón al cuello, así que el parto se hacía difícil, el cordón se lo llevaba hacia adentro cuando yo dejaba de empujar para coger aire. Alguien del equipo dijo de hacer una cesárea, ya que los registros indicaban que empezaba a haber sufrimiento fetal, pero una de las tocólogas dijo que el parto era inminente, que trajeran los fórceps. Y ahí, un 16 de julio de 2011 a las 02:56 am, después de 15 horas, es cuando mi hijo nació. Un bello bebé de 3 kilos de peso y 50 cm de largo. Y guapo, MUY guapo.

Mientras me cosían, mi marido estaba con las enfermeras viendo como limpiaban al bebé, se volvió y me dijo, está bien cariño, tranquila que está bien.

Desde entonces han pasado casi 5 meses. Ya me he incorporado al trabajo de nuevo, y tengo que decir que la maternidad es muy sacrificada y muy cansada, pero es muy, muy gratificante. Por muy cansado que haya sido el día, y por muy mala que sea la noche, esa sonrisa que me dedica al despertarse, no tiene precio. Por esa sonrisa, creo que (casi) cualquier madre sería capaz de matar y de morir.

Te quiero Héctor, cariño mío, mi caramelito. Lo más grande, el motor que mueve mi vida.

lunes, 17 de enero de 2011

Mi marido me llama bruja.

Hemos pasado las Navidades en casa de mis padres, en Zaragoza. Uno de los días, paseando mi marido y yo por una de las céntricas calles de la ciudad, vi en un escaparate un bolso que me dejó hechizada. Le dije a mi marido: «¡Voy a comprármelo!», y él me respondió: «¡Deja de estar gastando dinero que ya hemos gastado suficiente!». Así quedó la cosa porque yo soy una chica muy obediente.

El día 27 de diciembre, mi padre me dijo: «Hoy me voy a ir yo con tu marido a mirar unas cosas, ¿vale?». Mi madre y yo nos quedamos conformes porque ella y yo también teníamos planes por otro lado.
Nosotras fuimos al centro, a una casa de caramelos, muy cerca de la tienda donde yo había visto el bolso. Después de comprar, fuimos a tomar un café, y estando en la cafetería, le dije a mi madre: «¿Te juegas algo a que mi marido ha ido con el tuyo a comprarme el bolso para Reyes?» Y mi madre contestó: «¿Nos acercamos a la tienda a ver?».

Nos acercamos hasta la tienda y allí estaba el bolso en el escaparate, tal y como yo lo había visto la última vez. Cuando se lo enseñé a mi madre, ella dijo: «Si yo supiera que tu padre no me ha comprado uno a mí, me llevaría uno, porque la verdad es precioso». Así que ni corta ni perezosa, entré a la tienda y le dije a una de las dependientas: «Mira, perdona, ¿me puedes decir si dos hombres han estado mirando estos bolsos?», la muchacha me dijo (sonriendo): «Señora, eso no se lo puedo decir». «Bueno, pues si no me puedes decir eso, dime por lo menos si se han llevado uno o dos bolsos, porque si se han llevado sólo uno, mi madre se llevaría otro». «Sólo se han llevado uno» - me contestó. Automáticamente mi madre dijo que se llevaba uno de un tamaño un poquito mayor, que además era el último.

Nos fuimos para casa.

Al llegar a casa, mi madre le dijo a mi padre: «¡Mira cariño, el bolso que le he comprado a la chica!» Al ver el bolso, a mi marido le cambió la cara. Si hubiera podido hacerle una foto...

Entonces le dije: «¡Que no bobito! Que ese bolso se lo ha comprado para ella, solo que como yo me imaginaba que habías ido a comprármelo, le dije que te gastara esa broma».

Mi marido sacó el paquete con MI bolso del cuarto y mientras me lo daba riéndose, me dijo: ¡BRUJA!

Pero no creo que sea cosa de ser bruja o no serlo, creo que es más cosa de la complicidad que hay entre los dos y ver la cara que puso cuando le dije que estaba enamorada de ese bolso.