sábado, 30 de mayo de 2009

Paisanas

Llevo dos semanas en el trabajo compartiendo turno con una compañera que también es de Zaragoza, como yo. (Por si alguien aún no lo ha leído, soy una maña viviendo en Tenerife). Hasta ahora yo no me había dado cuenta de lo que yo me esfuerzo en la manera de hablar para que mis otras compañeras canarias me entiendan.
En estas dos semanas me he dado cuenta que cuando hablo con ella, no tengo que pensar palabras que entenderá o no entenderá, simplemente hablo como cuando vivía en Zaragoza, porque sé que diga la palabra que le diga la va a entender.
Un par de ejemplos: Uno de los días hablábamos de cierta persona, y le dije, ¿Pero qué esperabas? Es un «alparcero», está todo el día «alparceando» por ahí. La otra compañera que tenemos (canaria) se nos quedó mirando y dijo, «¿Es un qué...?». Ahí empecé a darme cuenta que no tengo que pensar lo que digo, porque desde que estoy en Tenerife, creo que esa palabra no la había usado.
Con ella hasta me vuelve a salir el «maña» o las palabras terminadas en «ico». Lo estoy pasando realmente bien.
Otro día estuvimos hablando de las «maripís» que en Zaragoza son lo que aquí las deportivas, y la verdad es que el nombrecico tiene tela, y las risas de los presentes fueron bastantes.
Palabras como alcorzar (atajar), escobar (barrer), pozal (cubo), alparcero (cotilla), esbalizar (resbalar), coger capazos (hablar sin parar), mandar a escaparrar (mandar a freír espárragos) y muchas más son las que en estos días están haciendo que me acuerde mucho de mi querida tierra y me sienta aún más orgullosa si cabe de ser una maña en Canarias.

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