viernes, 23 de julio de 2010

Recuerdos.

He estado releyendo mi blog, el cual hacía mucho tiempo que no leía y me he encontrado con alguna sorpresa. Una de ellas es que yo pensaba que mi blog no lo leía nadie salvo mis amigos, pero veo que no, que hay gente ajena a mí que lo lee, y que además se interesa por lo que pongo. Muchas gracias a todos.

También he estado leyendo por enésima vez «El último adiós». Aquel que le di a mi amada compañera perruna Hestia. Y leyendo me ha venido a la cabeza una cosa que jamás se me podrá olvidar.

Hace algo más de 1 año yo estaba embarazada, con la mala suerte que no pudo llegar a buen término y con 13 semanas de gestación sufrí lo que los médicos llaman una «muerte fetal». No voy a entrar en detalles de eso. Pero lo que sí que voy a contar es lo que me pasó con Hestia.

Cuando yo llegué a casa del hospital, hecha polvo y sin querer ni mirarme al espejo (mi marido estaba de viaje, mala suerte) llegó Hestia y puso su cabezota en mi pierna como pidiendo permiso para subir al sofá. Subió y se sentó a mi lado. Yo no dejaba de llorar. Estuvimos así las dos como 4 horas. Pero lo más impresionante de todo, y lo que jamás y nunca se me podrá olvidar, es que cada lágrima que rodaba por mi mejilla, ella las lamía. No se movió de mi lado. No ladró. No pidió bajar a la calle. Estuvo conmigo en uno de los momentos más duros de mi vida, en el cual estaba sola. Mis padres lejos, mi marido lejos. Estaba sola, sólo la tenía a ella. Y ella estuvo ahí, conmigo.

Y ahora yo me pregunto, ¿cómo puedo olvidarme de eso? ¿Cómo no la voy a echar de menos? Ella fue la única que estuvo a mi lado, y 6 meses después de esto, también se marchó para siempre.

Ójala algún dios la tenga en su gloria porque ella se lo merece.

Gracias Hestia.