domingo, 8 de junio de 2008

Un día de perros

El pasado martes 3 de junio no fue un buen día para mí. No es que me pasara ninguna desgracia grave, simplemente fue uno de esos días en los que parece que alguien te vaya poniendo la zancadilla a todas horas. Y no es porque estuviera caída por los suelos, simplemente no fue un buen día.
El día empezó como todos. Las cosas iban de lo más normal, cuando a mediodía, haciendo la comida y hablando por teléfono, estaba friendo unas papas, y estando con una mano sujetando la sartén, y la otra la rasera, y con el cuello inclinado sujetando el inalámbrico, no sé porqué extraña razón, levanté la cabeza (quizás pensando que el teléfono iba a quedarse pegado en mi oreja) y el teléfono cayó a la sartén. Me quedé mirándolo un par de segundos pensando en cómo sacarlo sin quemarme. Lo saqué con la rasera. Lo dejé encima del poyo, y Envite seguía al otro lado del teléfono. Colgué sin dar explicaciones, saqué unas toallitas desengrasantes, lo limpié, lo sacudí y llamé a Envite para decirle que acababa de freir (literalmente) el teléfono. Estuvo toda la noche entre toallitas para la grasa. Quedaron empapadas en aceite, lo volví a limpiar al día siguiente y lo volví a sacudir. Increíblemente el teléfono funciona.
Por la tarde, fui a trabajar, y a la salida del polígono, a eso de las 3:50 am, me crucé con un conejito suicida.
Yo iba por mi carril tan tranquila y el conejito estaba en la acera, y justo cuando pasé con el coche, se tiró a las ruedas. Yo no pude hacer nada para evitarlo y el pobre conejito quedó allí en la carretera. Si hubiese cruzado un poquito más adelante posiblemente podría haberlo evitado ya que no iba muy deprisa. Pero no fue así. El duende que me puso la zancadilla durante todo el día, quiso que, además de que friera el teléfono, matara a un pobre conejito antes de irme a dormir.
Los que me conozcan un poquito y sepan lo que siento por los animales, sabrán que el viaje de vuelta a mi casa no fue nada agradable.
Ruego un minuto de silencio por el pobre conejito. Que algún dios lo tenga en su gloria.

2 comentarios:

Finarfin dijo...

Pudo haber sido peor.
Se te pudo haber caido el conejito vivo a la sarten

O haber atropellado el movil

Agnes dijo...

Jaajajajaajajajaja. Siempre puede ser peor... :)